Una sombra de sospecha by Nathan Oates

Una sombra de sospecha by Nathan Oates

autor:Nathan Oates [Oates, Nathan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-21T00:00:00+00:00


15

Molly estaba hablando con su madre en la sala y Gil estaba en la habitación, a punto de hojear las páginas robadas, cuando por la ventana notó la silueta de Matthew moviéndose por el jardín. La silueta se detuvo, la luz del teléfono iluminó su cara y luego desapareció. Tenía que hacerlo ahora. Era una oportunidad. Gil podía quedarse aquí arriba, fingir que no había visto nada, o podía actuar. Por Sharon, por su familia.

Gil dejó las páginas debajo de su almohada y bajó las escaleras. Molly estaba en la cocina, escuchando a su madre, añadiendo ocasionalmente «Okey» y «Ajá» a la conversación. No le había contado sobre la detective aún. Molly le había ayudado a Chloe con su tarea de matemáticas antes de comenzar a lavar los trastes. Chloe estaba ahí, sumergida en su libro de texto, con un mechón de pelo enredado alrededor de su dedo.

Se puso las botas, tomó un abrigo, y abrió la puerta lentamente. Hacía un frío urgente y sus manos ya estaban entumidas para cuando subió el cierre de su abrigo. Se movió por el lado de la casa, lejos de los sensores de movimiento de la entrada. Se detuvo en la esquina, y pudo escuchar algo. Se movió hacia los árboles, escondido del amarillo de las ventanas, y se detuvo cuando las ramas comenzaban a rozar su abrigo.

—Te lo dije. No, te lo dije. ¿De qué mierda hablas?

El muchacho casi gritaba. Gil aprovechó para acercarse un poco más, aturdido por el ruido de sus botas sobre la nieve.

—¿Es mi culpa? ¿Se supone que yo estaba a cargo de ese imbécil? ¿Qué tiene que ver conmigo? ¿Le dije que lo hiciera? ¿Se lo dije? Es una pregunta simple, ¿por qué carajos no me la respondes? ¿Acaso fui a decirle que abriera la pinche boca? ¿Fue así? Así es. No me amenaces.

Podía ver a Molly en la ventana al otro lado del jardín, hablando por sus auriculares; el muchacho volteó a verla. Ella se rio, luego se asomó por la ventana, como si hubiera visto algo. Matthew. O —mierda, mierda, no— quizás a Gil.

—Mira, yo ya no tengo que ver con esto, ¿vale? Hice lo que acordamos. Cumplí con mi parte. Lo que queda es tu pinche problema.

Tras una pausa, añadió:

—Que se vaya a la mierda él, ¿vale? A ver si me importa lo que le pase a esa perra tonta. —Hubo otra pausa, luego añadió—. A la mierda con esto, me tengo que ir —Gil pudo ver brevemente a Matthew gracias a la luz del teléfono: su expresión de enojo, sus ojos tensos buscaban en la oscuridad. Volteó el celular para alumbrar con la pantalla las figuras entre ellos: ramas caídas que brotaban de la nieve, las ramas de los pinos pandeadas con el peso de la nieve. Si hubiera prendido la linterna de su celular hubiera visto a su tío, merodeando en la oscuridad. Espiándolo. Pero se guardó el celular de nuevo y atravesó el jardín.

Después de que el muchacho llegó al otro lado de la casa, Gil emprendió su regreso, procurando mantenerse cerca de los árboles.



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